Hacia un erial cultural.

Ayer, recibíamos con estupor y profunda tristeza la noticia del cambio de rumbo en el espacio HARINERA ZGZ, un proyecto referente a nivel internacional en su modelo de gestión pública-ciudadana. El ayuntamiento, propietario del inmueble, anunciaba de manera unilateral y sin consultar previamente con el Colectivo Llámalo H y el tejido vecinal del barrio de San José -entidades que cogestionan el espacio junto con el propio ayuntamiento- su conversión en un centro dedicado a la inclusión, la accesibilidad y la innovación cultural y artística.
La noticia indicaba que “este equipamiento cultural se transformará, en los próximos meses, para ampliar la apuesta del Ayuntamiento de Zaragoza por la cultura accesible, ampliando el espectro tanto de público al que va dirigido, como de entidades y colectivos participantes en la nueva programación de este centro cultural.”
Lo que plantea el ayuntamiento de Zaragoza “sorprende” y no se sostiene. Harinera ZGZ es ya un ejemplo de cultura inclusiva y accesible, ya que su programación está dirigida a todo tipo de públicos y además es un proyecto intergeneracional donde toda la ciudadanía puede participar. No solo se puede “consumir cultura” en el espacio, sino que las personas también pueden decidir sobre ella y generar incluso la suya propia. De esto van los derechos culturales reconocidos en nuestra constitución y en multitud de tratados internacionales. Repetimos: Harinera ya es un espacio inclusivo, accesible, abierto, colaborativo con las entidades del barrio y por el que han pasado multitud de asociaciones, colectivos y personas a título individual.


En este sentido, nos gustaría compartir tres reflexiones:

  1. Tras asistir al desalojo y cierre del Centro Sociocomunitario Luis Buñuel, la transformación del proyecto de Etopía con la desaparición de su programación cultural, la liquidación del Consejo de Cultura, el recorte de más del 40% en las ayudas de Zaragoza Cultural, la desaparición en Huesca del Festival Periferias o en Jaca del Salón Hispano Francés de Cómic, nos parece estar asistiendo a una verdadera cruzada contra proyectos muy diversos. Diversos pero que tienen en común o bien una gestión que parte o cuenta activamente con la sociedad civil, o bien un alto componente de innovación y riesgo artístico en sus planteamientos. En todo caso, la cortedad de miras y la ignorancia, el no querer escuchar o el incumplir promesas se están convirtiendo en algo desgraciadamente habitual en el devenir de la gestión política de proyectos públicos en nuestra Comunidad. Y sí, no olvidamos que detrás está la sombra de una ultraderecha envalentonada que nunca ha creído en los derechos fundamentales de las personas, y los culturales lo son.
  2. Siempre hay excusas para pulverizar proyectos culturales: que va poca gente, que cuesta mucho dinero, que ya llevaban muchos años, que siempre van o están los mismos, que son muy bonitos pero… opiniones más propias de una tertulia que de un proceso de evaluación necesario que siempre se ha de hacer cuando se toman decisiones de tan enorme calado. No nos engañemos, la espada de Damocles pende sobre nuestras cabezas. Y es por ello que nos gustaría que el sector cultural fuese consciente y reaccionase de forma unánime ante lo que pensamos son unas pésimas noticias además de una grave amenaza para nuestro futuro.
  3. Como profesionales de la cultura de muy diversos orígenes e ideologías, volvemos a lamentar cómo compañeros y compañeras pierden otro escenario en el que poder ejercer sus oficios. Pero, sobre todo, lamentamos la pérdida de espacios en los que la ciudadanía disfruta de la cultura, conociéndola, compartiéndola y siendo parte de ella. En definitiva, asistimos atónitos a una lamentable pérdida de derechos culturales de la ciudadanía, de espacios culturales imprescindibles para los barrios y las ciudades, y de oportunidades para el tejido cultural.